Quería hacer un poema, pero mi mente me dijo que pare, que no hay presencia suficiente y que el caos desolador necesita una estructura en la cuál sentirse cómodo. Como un dragón con la tilde perdida. Como las palabras que forman más de un sentido y en estos cinco gritando la falta que les hace un estímulo. Pronombres personales y posesivos y todos ellos gritando "nadie" en un pozo de insignificante malformación emocional distorsionada y lúgubre. Un cartel gigante dónde se anuncia lo poco que queda por aquí y dónde los clavos ardientes llevan la misma forma, siendo todos un espejismo en el que solo se siente un daño constante de una caída eterna... 

Los cielos rojos y constantes tiñen el negro de esta penumbra constante, allí dónde los ríos son de vino y todo el alcohol se mezcla con sangre. El suelo creado con cristales rotos, por mucho que excaves solo hay dolor... La contienda constante de bestias gigantes, dónde nunca se para la alerta. Las lágrimas son granos de arena que no paran de caer de estos ojos tuertos que apenas perciben el color. Las flores marchitas son nuestra única belleza y tan escasas como los diamantes, busco como alimento una pizca del agua envenenada que estas traen... El humo de este ambiente cargado, tóxico, moribundo. El tabaco que forma nubes de negro espesor y su lluvia demoledora quemando los ojos y la piel, llenando el ambiente de ceniza.

Con las manos rotas y las piernas molidas del dolor. Cada respiración agonía y cada pálpito pavor. Enfocar los ojos nos hace estallar la cabeza y cada paso nos parte en dos. Levantamos los brazos y vomitamos cerveza, mezclada con bilis. Condenados a vagar en la eternidad, gritando nuestras riñas infantiles con esta mandíbula rota y el ardor del ambiente nos encuentra sin ropa. Deseamos escapar de nuestra propia mente, continuamente luchando por una supervivencia que tan solo intensifica nuestra agonía.

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